Cuando éramos chicas, nuestra Mamá nos hacía hacer los adornos del árbol de pascua con papelitos brillantes. Nos sentábamos en el living a recortar, también hacíamos las etiquetas para los paquetes de regalos. El árbol era natural, más bien era la rama del árbol que comprábamos en la Gruta de Lourdes, en la calle San José. Armarlo era todo un acontecimiento, también poníamos las bolitas de colores que se rompían con el mínimo movimiento.
Con los años el árbol fue remplazado por el verde y perfecto pino artificial, con olor a pino artificial, con bolitas irrompibles. Y desde hace varios años mi Mamá arma la escenografía navideña sola.
Independiente del que celebra la navidad por que cree en algo, me parece que era un momento para estar contento, comer rico, tomar un tragito, conversar hasta tarde mirando el arbolito iluminado.
Hoy la gente corre por las compras de última hora, se endeuda, compra juguetes de plástico, con harto envoltorio, habemos otros que queremos que todo sea como antes y todavía mejor. Que no cortemos el árbol, que lo sustituyamos por la planta que esté en el macetero, que volvamos a ser creativos y lo inventemos, que sea tan lindo que tal vez lo dejemos todo el año, que no ensucie, que no cueste plata. Que nos sintamos inspirados y orgullosos de nuestras creaciones por muy descabelladas que parezcan. Que regalemos textiles y objetos sustentables, que comamos más sanito y por último que toda nuestra casa se transforme en un árbol pascuero.
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