Hace unos días aparecía en la redes sociales la imagen de un aviso económico que decía: “Quiebra empresa de Transportes Colectivos Eléctricos S.A. 17 Trolley buses salen a remate más partes y piezas”.
La historia me sonó conocida, pues en 2007 había pasado algo parecido. Una vez más, este medio de transporte, el más antiguo del mundo en su especie, declarado Monumento Nacional, está a punto de salir de circulación. Resulta que el Estado no concretó su derecho de compra preferente.
Pero de qué nos extrañamos, si de patrimonio solo el nombre nos queda. Los ascensores, principal acceso a los cerros, ya casi no existen, y ahora los trolley, principal medio de movilización del centro porteño, parecen tener un final parecido.
En columnas anteriores me preguntaba: ¿a este país le sirve que Valparaíso sea pobre? Parece que sí, que alguien por favor me contradiga, pero no veo la solución a este gran problema patrimonial que enfrenta Valparaíso. En vez de prosperar se lo siguen robando frente a nuestras narices sin ningún disimulo.
Hace unos días le pregunté por twitter al alcalde porteño si prefería ir a un mall o subirse a un trolley, pues yo prefiero mil veces subirme a uno. Obviamente no tuve respuesta. No me queda más que interpretar que prefiere lo primero. Es un año de elecciones municipales, es el año de las infinitas promesas. El señor Pinto quiere ir nuevamente por el sillón edilicio.
Espero que los porteños no tengan la memoria frágil y no repitan el patrón del pueblo peruano al olvidar rápidamente el historial de Alan García, quien incluso fue declarado reo contumaz, y sin ser declarado inocente volvió a la presidencia.
Ojalá que la competencia sea justa. Ojalá que las palabras no se las lleve el viento. Ojalá que la propuesta sea contundente. Ojalá que el ganador tenga las manos bien abiertas y limpias. Si alguno de ellos prefiere mil veces subirse a un trolley y a un ascensor, ya tiene mi voto.
Carolina Arias Salgado
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columna para Tell Magazine Jueves, 26 de Febrero de 2011
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